Reportajes
Del por qué CHINGAMOS
TAAANTOO
Y aunque la lista puede seguir en la mente de cualquier lector con buena memoria, el punto es que los mexicanos chingamos, nos gusta chingar y no que nos chinguen. Basta un cambio en la entonación, unas cuantas letras de más o de menos, y ¡zas! otro significado.
Ya Octavio Paz describió nuestro afición por el "chingar" en el capítulo homónimo, de su libro El laberinto de la soledad en el que concluía que era un palabra mágica, que podía significarlo todo (chingado: lo jodido; chingón: el macho; la chingada: la hembra) o nada, solo una palabra hueca, pero siempre con un sentido básico de agresión. Y la definía como una palabra base de nuestras relaciones sociales:
¿Cómo y porqué obtuvimos una palabra tan ambigua y al mismo tiempo tan exacta? ¿En qué momento se volvió tan determinante para nuestra cultura, incluso, para dividir lingüísticamente a un país de por sí socialmente dividido?
El mismo Paz cita la obra Anarquía del Lenguaje en la América española, del historiador Darío Rubio, y dice que la palabra chingar podría provenir de los aztecas, específicamente del xinatli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado), y que varios de sus significados partirían de su relación con el alcohol. Otros autores advierten que el origen es más bien gitano (en Quindalé existen los vocablos, chingar, chingarí =riña, disputa) y que, incluso, son palabras comunes "en diversas hablas zíngaras de toda Europa".
Sin embargo, para el músico y profesor de la Escuela Nacional de Música, Rolando Antonio Pérez Fernández, la conclusión está clara: ni las dos palabras aztecas ni el presunto chingarí gitano explican los orígenes fonético y semántico de "chingar". Y argumenta que la palabra es de origen africano.
Su convicción está basada en la lengua que identifica como el kimbundu, un idioma que hablaba buena parte de los africanos que llegaron a Nueva España en la época colonial y que actualmente utilizan 500 mil angoleños.
El "chingar" -asegura el profesor- tuvo su origen en dos palabras del kimbundu: kuxinga y muxinga. La palabra es tanto verbo como sustantivo y tiene múltiples significados: "injuriar" e "injuria", "descomponer" y "descompostura" (agresión moral y física, al mismo tiempo). Mientras que muxinga puede ser distintos sustantivos: "línea", "cuerda", "látigo", de las que se derivan: "latigazo", "tunda".
De ambas devienen otros vocablos: mixinga, kuxingila, kuxingana, xinga, luxingu, nixinga. Todos, con el sentido más o menos general de injuriar, disputar, altercar. Incluso, en su estudio, Pérez Fernández hace un cuadro sobre las posibles relaciones entre cada palabra con su "pariente" mexicano (y brasileño, con quien tiene también muchos vocablos similares debido a la gran población africana que se asentó allí), cuyos paralelismos, hay que decirlo, dejan muy pocas dudas sobre el origen africano de "nuestra" palabra.
Y un punto más a su favor: ¿quiénes si no los esclavos africanos, los que más sufren el menoscabo, el ultraje, la injuria (kuxinga) y los que también desafiaban más a la muerte, pudieron habernos legado este vocablo?
El problema (que describe Pérez citando a Ulrich Fleiscmann) es que nuestro eurocentrismo nos obliga a buscar siempre el abuelo europeo, convencidos de que es de él de donde proceden la mayoría de nuestras características. Y en el mejor de los casos recurrimos a los padres preshispánicos, muchas veces guiados menos por la convicción y más por el deseo de que sean ellos los autores de nuestros rasgos.
¿Qué concluimos? Primero, algo que es innegable, la palabra chingar (y sus diversos significados que ha adquirido desde su llegada hasta nuestros días) identifica hoy a los mexicanos, es 'nuestra' palabra y al mismo tiempo un 'resumen' de la historia, como bien dice Pérez Fernández: "conocerla, usarla... es una forma de afirmar nuestra mexicanidad".
Y segundo (cito al profesor mexicano): "Contra los que persisten en "menospreciar" (kuxinga) el factor africano de lo mexicano, faltando a la verdad y cometiendo una injusticia hacia tanto compatriota afromestizo, no cabría imaginar mejor venganza que el porte del verbo chingar por aquellos a quienes el prejuicio sigue negando su merecido lugar en la historia".
En otras palabras, a todos los que lo nieguen: ¡váyanse a la chingada!
Si te interesa el artículo original: El verbo chingar: una palabra clave
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Cuando las palabras son menos importantes que el paladar
TAAANTOO
En un rápido conteo, que cualquier mexicano podría estar ávido de hacer en unos minutos, podríamos enlistar un mínimo de 15 significados distintos del verbo chingar.
¿Probamos?
1. Molestar = "¡Deja de estar chingando!"
2. Darse prisa = "¡En chinga!"
3. Algo malo, feo, difícil = "Es una chingadera"
4. Robar = "¡Me chingaron la cartera!"
5. Expresión de incredulidad = "¡Ah chingá, chingá!"
6. Ganar, vencer, joder al otro = "Ya te chingué"
7. Expresión de hartazgo = "¡Estoy hasta la chingada!"
8. Muy lejos = "¡Eso está hasta san juan de la chingada!"
9. Mucho, demasiado = "Me falta un chingo"
10. Alguien que es muy bueno en algo = "Es muy chingón" (nótese el binomio entre chingón y chingadera)
11. Referirse a alguien presumido despectivamente = "Se cree bien chingón"
12. Expresión que refiere a algo que sale mal = "¡Me lleva la chingada!"
13. Golpe = "Dale un chingadazo"
14. Alguien que molesta sutilmente, hipócritamente = "Chingaquedito"
15. Mandar a alguien al demonio = "¡Vete a la chingada!"
Y aunque la lista puede seguir en la mente de cualquier lector con buena memoria, el punto es que los mexicanos chingamos, nos gusta chingar y no que nos chinguen. Basta un cambio en la entonación, unas cuantas letras de más o de menos, y ¡zas! otro significado.
Ya Octavio Paz describió nuestro afición por el "chingar" en el capítulo homónimo, de su libro El laberinto de la soledad en el que concluía que era un palabra mágica, que podía significarlo todo (chingado: lo jodido; chingón: el macho; la chingada: la hembra) o nada, solo una palabra hueca, pero siempre con un sentido básico de agresión. Y la definía como una palabra base de nuestras relaciones sociales:
La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles.
¿Cómo y porqué obtuvimos una palabra tan ambigua y al mismo tiempo tan exacta? ¿En qué momento se volvió tan determinante para nuestra cultura, incluso, para dividir lingüísticamente a un país de por sí socialmente dividido?
El mismo Paz cita la obra Anarquía del Lenguaje en la América española, del historiador Darío Rubio, y dice que la palabra chingar podría provenir de los aztecas, específicamente del xinatli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado), y que varios de sus significados partirían de su relación con el alcohol. Otros autores advierten que el origen es más bien gitano (en Quindalé existen los vocablos, chingar, chingarí =riña, disputa) y que, incluso, son palabras comunes "en diversas hablas zíngaras de toda Europa".
Sin embargo, para el músico y profesor de la Escuela Nacional de Música, Rolando Antonio Pérez Fernández, la conclusión está clara: ni las dos palabras aztecas ni el presunto chingarí gitano explican los orígenes fonético y semántico de "chingar". Y argumenta que la palabra es de origen africano.
Su convicción está basada en la lengua que identifica como el kimbundu, un idioma que hablaba buena parte de los africanos que llegaron a Nueva España en la época colonial y que actualmente utilizan 500 mil angoleños.
El "chingar" -asegura el profesor- tuvo su origen en dos palabras del kimbundu: kuxinga y muxinga. La palabra es tanto verbo como sustantivo y tiene múltiples significados: "injuriar" e "injuria", "descomponer" y "descompostura" (agresión moral y física, al mismo tiempo). Mientras que muxinga puede ser distintos sustantivos: "línea", "cuerda", "látigo", de las que se derivan: "latigazo", "tunda".
De ambas devienen otros vocablos: mixinga, kuxingila, kuxingana, xinga, luxingu, nixinga. Todos, con el sentido más o menos general de injuriar, disputar, altercar. Incluso, en su estudio, Pérez Fernández hace un cuadro sobre las posibles relaciones entre cada palabra con su "pariente" mexicano (y brasileño, con quien tiene también muchos vocablos similares debido a la gran población africana que se asentó allí), cuyos paralelismos, hay que decirlo, dejan muy pocas dudas sobre el origen africano de "nuestra" palabra.
Y un punto más a su favor: ¿quiénes si no los esclavos africanos, los que más sufren el menoscabo, el ultraje, la injuria (kuxinga) y los que también desafiaban más a la muerte, pudieron habernos legado este vocablo?
El problema (que describe Pérez citando a Ulrich Fleiscmann) es que nuestro eurocentrismo nos obliga a buscar siempre el abuelo europeo, convencidos de que es de él de donde proceden la mayoría de nuestras características. Y en el mejor de los casos recurrimos a los padres preshispánicos, muchas veces guiados menos por la convicción y más por el deseo de que sean ellos los autores de nuestros rasgos.
¿Qué concluimos? Primero, algo que es innegable, la palabra chingar (y sus diversos significados que ha adquirido desde su llegada hasta nuestros días) identifica hoy a los mexicanos, es 'nuestra' palabra y al mismo tiempo un 'resumen' de la historia, como bien dice Pérez Fernández: "conocerla, usarla... es una forma de afirmar nuestra mexicanidad".
Y segundo (cito al profesor mexicano): "Contra los que persisten en "menospreciar" (kuxinga) el factor africano de lo mexicano, faltando a la verdad y cometiendo una injusticia hacia tanto compatriota afromestizo, no cabría imaginar mejor venganza que el porte del verbo chingar por aquellos a quienes el prejuicio sigue negando su merecido lugar en la historia".
En otras palabras, a todos los que lo nieguen: ¡váyanse a la chingada!
Si te interesa el artículo original: El verbo chingar: una palabra clave
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Cuando las palabras son menos importantes que el paladar
Hace un año la familia García Gulias empezó su negocio en un pequeño local en la calle Fuentes; una taquería de guisados para comer parado (de pie, dirían en castellano), botanear y saciar el hambre ocasional de aquellos que no comen con los horarios españoles así como el antojo de los que añoran el sabor de su patria mexicana.
La historia es la de una familia mestiza, una madre mexicana y un padre gallego que junto con sus dos hijos incursionaron con un restaurante de comida mexicana en Galicia pero después de algunos ires y venires transcontinentales optaron por la ciudad de Madrid debido al aforo de clientes mexicanos. Así nació la taquería Mi ciudad.
El tiempo ha traído sus frutos y siete meses después la familia abrió otro establecimiento en la calle Hileras, en donde adicionalmente se sirven algunas entradas y se incluyó el “pastor” (Así hablamoswey propone que para la clarificación del término se remitan a la foto debajo).
Setenta por ciento de los que van a comer son paisanos de los autores de este blog. El resto de los comensales son mayoritariamente de origen latinoamericano.
El menú incluye tacos de chicharrón, cochinita, tinga, pipián, nopales y mole poblano, además de tamales. En cuanto a bebidas se encuentran las micheladas (muy demandadas según los propietarios), los clamatos y diversos tequilas servidos con su respectiva sangrita.
La traducción para el agrado del paladar puede ser sólo aproximada, pero una burda explicación sería que para hacer un taco se sobreponen los guisados a una especie de crepa de maíz (tortillas).
El chicharrón es una especie de corteza, la cochinita es un guisado de cerdo y la tinga, uno de pollo. El pipián y el mole poblano son salsas de larga preparación con diversos ingredientes mezclando por ejemplo chile con chocolate y plátano. Recomendación para los no connacionales: No le pongan salsa picante adicional a estas preparaciones. Finalmente, los nopales son una especie de cactus comestible y además muy nutritivo.
Aunque todo esto parezca exótico, casi todo se puede encontrar en Madrid, y sólo productos frescos y especiales como el epazote (hierba de olor, por ponerlo de alguna forma), no se venden en España y llegan por encargo a su restaurante.
Los dueños del restaurante no creen tener una competencia directa pues consideran que son, a diferencia de otros restaurantes, cien por ciento mexicanos. De hecho, comentan con orgullo que no sirven nachos ni otras variantes de la comida Tex Mex.
Los horarios son de Lunes a Domingo de 11 am a 2 am en la calle Fuentes y de 1pm a 5pm y de 8pm a 2am en el caso de la calle Hileras.
Los tacos cuestan 1.50 por unidad, y todos los guisados corren a cargo de la señora Carmen García, quien junto con su familia y siete empleados mexicanos gestionan las dos taquerías.
Para mejor traducción, remítase directamente a probar a la comida.
12:01 | | 0 Comments
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